Tantas injusticias, abusos, guerras por el poder, odios, discriminaciones, y muchas dolorosas realidades más que nos rodean, y que mi boca se calla..."MIS MANOS LO HABLAN"

maría ayala

jueves, 9 de octubre de 2008

DE AZÚCAR Y PAPEL/2005 (fragmento) por María Ayala.



Cincuenta y siete pocos años, pocos y tantos a la vez que guardan y manifiestan en un cuerpo (el mío) variadas experiencias y tantos y pocos malos recuerdos que empujan al vuelo —a veces—, sin regreso. La rutina de pronto me atrapa en un presente desabrido y de pronto me suelta en un pasado paradójico; en ella (la rutina) está siempre la contrariedad de desmadres de este mundo...risas, llantos, costumbres, injusticias, dolor, balazos, gritos, mafias, poder, odios, sangre, muerte... y amor...amor y desamor saliendo de la caja de color que está frente a mi cama todos los días —bueno y también todas las noches— de mi callada y eterna noche. Algunos la llaman la caja del diablo, creo que no están tan errados, tiene ella muchas sutilezas y trampas como el diablo mismo... ¿no tendré yo dentro de mí una caja igual con escenarios tan opuestos?, —lo sabe Dios—. Las paredes de mi cuarto guardan ecos que de vez en cuando en el silencio de las sombras me vuelven a gritar y no me dejan dormir...son tan pocos, más bien ni tan pocos, porque rayan en el ausentismo total, los te quiero o los gemidos que surgen por el amor que se intimidan ante el acervo de ecos tan vacíos.


Hay hendiduras... en la mayoría de mi casa hay hendiduras; yo me siento frente a ellas, cierro los ojos, me interno en ellas; es como internarme dentro de mí ¿seré tan oscura, tan dura como una pared? —me pregunto—, no lo creo lo que más bien creo es que creo que mi vida ha sido tan real como una vieja pared que tiene grietas como heridas y tan irreal que me las ingenié para abrir en ella ventanas hacia el cielo y puertas al infinito, si no fuera por esto la verdadera realidad me habría devorado hasta las uñas. Hay paredes que por más que se resanen, el tiempo termina volviéndolas a abrir, los asentamientos de la tierra contribuyen, así mismo la rutina que me sacude —dejándome más empolvada—, remueve mi pasado perturbando mi presente estancando mi futuro, agrietándome más heridas y lo que no me llena, termina vaciándome...



Fui aislada siempre lo he sido, aislada como Juan Salvador Gaviota en sus sueños de altura; sólo me hacía acompañar por mis muñecos, fieles porque no hablaban, aunque debo confesar que no todo silencio es fiel, hay silencios que guardan infidelidades, infidelidades que matan o dan vida. Mis muñecos sabían callar y sabían más de mí que ningún mortal. Mis pensamientos, mi forma de ser, no encajaban ni con mis padres ni con mis hermanos — ¡ni con nadie!— les gritaba... a veces me asaltaba la idea de ser sola en el mundo pero la soledad es cabrona; nadie en mi casa imaginaba mis sueños (mis sueños de pianista y escritora) sólo me miraban con desconcierto cuando sonreía sumergida en el paraíso de mi fantasía.
—Parece que estás en la luna —me decía mi madre al verme como ida.
— ¡No estoy en la luna! estoy en el sol y no te invité, ¡vete! no invité a nadie, el sol es mío sólo mío.


Soñaba que tenía alas como de ángel, — ¿no seré en realidad un ángel que me porté muy mal y me descielaron? quién lo sabe—. Desde las alturas podía contemplar el mundo, mi mundo pequeño como un granito de mostaza y así era mi fe por eso creía que movería montañas pero la realidad era que la montaña de frustraciones estaba demasiado adherida a la tierra de mis imposibles tanto que hasta parecía irrealidad...


Eran las nueve menos veinte, como dicen algunos, —qué manera tan pendeja de decir la hora—. Los pupitres comenzaron a llenarse de libros y de traseros infantiles; al frente, el “respetable” maestro de 5º grado —hijo de su puta madre—, se parecía al gato de Alicia, yo quería que fuera tan invisible como el tal minino y que sólo se vieran sus dientes, blancos como la espuma, para rompérselos y convertirme en heroína, en la primera en desaparecer a un maldito invisible hijo de puta. Regurgité el desayuno nomás de verlo ahí parado como todo un dios, con su sonrisa cínica fraguando el plan que fraguaba todos los días en su encebada cabeza.


Su voz parecía amable pero él no lo era, no era ni una pizca de amable, era un perverso de mente retorcida. A las nueve menos veinte —repito—, se sentó en su silla de dios como todos los días, abrió el libro tan temido (lista de presentes para revisión de tareas); nombró mi nombre comenzando por mi apellido —para mi jodido colmo mi apellido comienza con A así que siempre era la primera—. Me acerqué y me ordenó que fuera a su lado, en cuanto me paré a su lado tras el escritorio que le servía de tapadera —entre otras cosas—, sus manos se entremetían en mis piernas de niña, ¡de niña sí! sentía náusea, estuve a punto de vomitar ese y todos los días. El cabrón olía a brillantina barata y a eso le olían las manos (con ese olor me desperté por muchas noches queriendo gritar, con mil preguntas en mi cabeza que nadie me podía responder porque nadie sabía mi pesadilla y nunca supe cómo contarla ni a quién... me daba vergüenza). (Hago otro paréntesis porque quiero decir que los paréntesis suelen sacarme de la concentración en una lectura pero me gustan, son como naves en el espacio sideral de las ideas; los paréntesis viajan sobre una línea y de repente se desvían invadiendo por necesidad, por mera necesidad, otra línea para darle al otro pensamiento la oportunidad de plasmar también, así son los paréntesis). A brillantina barata le olían las manos —vuelvo a decir—, las mismas manos que querían llegar más arriba de mí pero nunca las dejé, conforme subían yo iba apretando las piernas como una llave de presión mientras le mentaba la madre al hijo de puta con mis ojos, ojos que hablaban dagas queriendo sollozar preguntas; abusivo de mi vulnerabilidad, yo era tan indefensa como un pájaro en las fauces de un gato salvaje.


Cada día me llevaba en retrospectiva no había avance en mi confundida cabeza, siempre fue lo mismo; —¿se creería que yo era pupila? líbreme Dios, ni de la de sus saltones y horrendos ojos... ¡ni puta, ni madres! faltaba más—: “Mal haya la hora que nació” —pensaba—, “debió haber nacido sin manos para que lo tiraran a la basura”.


©


¡HASTA CUÁNDO!

Infranqueables muros se solemnizan en el vientre preñado de la ambición.

Los Caínes son el fruto de las incestuosas relaciones entre el poder y la avaricia.

El presente se queda dormido en los brazos de la esperanza, el futuro se ahoga en la garganta del profeta y la fe: secuestrada continuamente para ser negociada a cambio de la voluntad, la que termina prostituyéndose en los brazos del temor o la apatía; así todo continúa en una espiral interminable donde el conocimiento del respeto al derecho ajeno, la verdad, la justicia y la libertad, celosamente se guardan en cuevas de ladrones o son vedados tras fuertes murallas, muriendo antes de nacer para los que cómodamente se duermen y los que cobardemente se callan...

María Ayala ©



AL PASO QUE VAMOS, NOS VAN A QUEDAR SÓLO FOTOS DEL RECUERDO...

CERRO DE LA SILLA - ANTES

CERRO DE LA SILLA - ANTES
¡NO A LA DESTRUCCIÓN MASIVA DE NUESTROS CERROS!

CERRO DE LA SILLA - HOY

CERRO DE LA SILLA - HOY
ALTO A LA DEPREDACIÓN DE NUESTRO PATRIMONIO NATURAL!

¡NO A LA DESTRUCCIÓN MASIVA DE NUESTRAS MONTAÑAS Y CERROS!

El azul del cielo contrasta con la blanca sangre petrificada en el costado del Cerro de Las Mitras...en su otro extremo se vislumbran interminables implantes de concreto.
Se desliza avasallador un cúmulo de casas y edificios mustios en las faldas del Cerro de la Silla...
Tejabanes, edificios abandonados, antenas, mensajes navideños, propagandas baratas ¿? de campañas...rastros de árboles mutilados se divisan a lo lejos sobre nuestras queridas montañas...
Nuestros cerros sangran grietas que no cicatrizarán nunca, sollozan sus riscos lágrimas de lluvia y luces apagadas...sepultan en sus entrañas su poderío los dormidos dioses; hinchan sus sagrados cañones las máquinas infernales de los hombres y las cimas de nuestros cerros se pueblan de silenciosos miedos por lo que les depara el mañana...se sobrecogen al pensarse convertidas en suelo de lúgubres moradas... a costa de la vida mágica de sus hermosos bosques.

María Ayala

*Artículo publicado en la Revista Oficio del mes de Marzo/2008/Vol.XIX

http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/publicaciones/publi_prodigios/cerro-de-la-silla/silla.htm

CERRO DE LAS MITRAS

CERRO DE LAS MITRAS
Moonterrey, N.L., Mx.
APRENDAMOS...
Vientos serenos, vientos de sol; de alas de aves que construyen nidos infatigablemente dignificando el trabajo, idealizando con cantos la supervivencia.
Vientos de polvo por donde transitan las semillas que germinan en la tierra para el bienestar del hombre, mismo que destruye sin conciencia la dádiva de la vida.
Vientos de hormigas que edifican castillos sin violar las leyes de la Madre, que deshojando sin talar árboles previenen el hambre...que sin armas ni escudos se lanzan a la guerra; calculan, respetan, afanan, se apoyan unas a otras, son vientos de antenas con lenguajes misteriosos y desconocidos con las que se saludan cordiales o simplemente se comunican sin llegar a reñir por los espacios de las veredas que transitan...


María Ayala
*Artículo publicado en la Revista Oficio del mes de Marzo/2008/Vol.XIX

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Atentamente,

María Ayala